domingo, 9 de diciembre de 2007

De cobardes

Llegas a tu casa, pensando en el por qué aún vives, con unas ansias enormes de cambiar esa realidad. No hay nadie, te encierras en una habitación y te tumbas en la cama. Te sientes débil.

Cuatro paredes te recubren, cierras los ojos y evitas no pensar, pero la única imagen que te aparece en mente es la de ver tu cuerpo tendido sobre el suelo, inmóvil, inerte. Piensas en la posibilidad de hacerlo realidad, de nuevo...

Y lo intentas, lanzas un grito ahogado al aire y un llanto desesperado te envuelve inebitable y automáticamente, mientras te diriges a la cocina a por un cuchillo cortante. Vuelves a la cama, pero esta vez te sientas... miras a tu alrededor, y observas cantidad de objetos punzantes que te servirían para una muerte rápida, pero te concentras en aquel pequeño cuchillo, afilado y fácil de manejar, ocupándote la mitad de tu puño. Lo coges con firmeza, te despejas la muñeca izquierda e intentas rajarte.

Rajarte... suicidarse es de cobarde, dicen algunos. Un vibrar recorre tu cuerpo, un aflojar de músculos. Piensas en tu familia, y en aquellas personas que crees que te valoran, y en cómo reaccionarían ante tu ausencia...


Escuchas la puerta... mierda, no te ha dado tiempo. Observas la herida que conseguiste realizarte, sale sangre. Por suerte, cicatrizará en unos días, y no la percibirán.

De mientras, te aprietas fuerte la muñeca con la mano derecha, y haces como que duermes...


[Muerte por vida]

1 comentario:

PARANOICO ILUSIONISTA dijo...

Nadi es quien para decir donde está el punto de valentía o de cobardía. Yo, al menos, no tengo ni idea. Pero nunca me gustaron los cuchillos ni mi sangre tiñiendo de rojo su filo...