lunes, 2 de junio de 2008

¡Buenos días!



Anda por la calle. Tuerce a la izquierda y grita, hasta perder la conciencia.

Ahora, el turno de la lluvia. Gotas frías, penetrantes reavivan el rostro de la joven extasiada. Ya no anda, corre. Y, al llegar a aquel rincón (tan simbólico para ella) se sienta. Ajetreo en las calles recubiertas de vida. Saludos que se olvidan, caras serias que permanecen en la posteridad…

Una danza. Sí, eso es… pasos marcados. Uno, dos, avanza y pausa. Grita de nuevo, las caras serias se convierten en interrogaciones perdidas en un mar infinito de respuestas. Tres, cuatro, avanza y pausa. Cuerpo recto, hombros bajos, mirada alta, seductora, punto fijo. Uno, dos, avanza y pausa. Vuelta quebrada.

-¡Buenos días, caballero!

Tres, cuatro avanza y pausa.

-¡Buenas tardes, señorita!

Un, dos, silencio. Silencio. Amanece.

Vuelve al rincón… sentada, advierte, escucha y observa. Sentada espera, siente y calla. Sentada olvida, muere y para.

Sentada mira, sentada pide, sentada llama, sin pronunciar palabra.


[Muerte por vida]